Epílogo.

Epílogo.
Nunca es tarde.


La taza de café en sus manos quemaba, pero así era más rico. Acercó el vaso a su boca, y bebió un sorbo. El calor entrando a su cuerpo, la necesidad de sentirse protegida del frió invierno que azotaba a la región. Agarro el alcochado que tenía y se lo estiró mejor en su pequeño cuerpo. Los años habían pasado volando y ella en vez de crecer, empezó a achicarse. Sus nietos la llamaban “duende abuela”, porque era tan bajita para hacer abuela pero a la vez sus arrugas mostraban su edad.
Terminó de contar su historia, y todos sus nietos la miraban sorprendidos del final. No estaban acostumbrados a que los cuentos terminen con un final triste.
- ¿El es el abuelo?- preguntó su nieta mas chiquita de tan solo dos años que no había alcanzado a poder conocerlo.
- No, mi amor.- contestó haciéndole un gesto de que se acerque.- Los dos rehicimos nuestras vida, éramos muy jóvenes y con toda una vida por delante.- dijo y su nieta la miró con los ojos expectantes para que siga un poco mas la historia.- Esa fue la última vez que lo vi, sin embargo me enteré cosas de él por terceros como su tío abuelo Tacho.- contó acariciando el pelo de su nieta de dos años. Esta revolvió su cabeza y le sonrió.- Vení acá mi amor sentate arriba mió.- le dijo y la nena le obedeció.
- ¿Qué le paso a él?- preguntó su nieta de quince años que era las mas soñadora.
- Termino el colegio, fue a estudiar Medicina al extranjero y después volvió a la Argentina y hoy es un importante médico que creo muchos hospitales y ayudo a mejorar nuestra medicina.- contestó. Su nieta de quinceañera le brillaron los ojos.- Después de mi, no volvió a tener novia a excepción con la que se casó, fue una de sus pacientes ¿Cómo era que se llamaba?... Laura.- agregó con una sonrisa.
- ¿Y vos lo seguiste queriendo? Porque uno si no es fiel a su novio o novia significa que mucho amor no le tiene.- opinó el más grande de sus nietos, Juan de veinte años.
- Si, hasta que conocí al abuelo.- dijo con una sonrisa pícara.- Y sobre si le fui fiel, nunca tuve la oportunidad de explicarle que Gastón había puesto en mi vaso un tóxico que hacia cosas que vos sabes y no puedo explicar delante ciertas personitas.- dijo bajando la vista y mirando a la mas joven de sus nietas que la miraba atenta y con sus grandes ojos azules.
- ¿Y nunca más trataste de comunicarte?- preguntó una de sus hijas que recién se enteraba de su historia.
- Por supuesto, le escribí una carta pero nunca me contestó así que le escribí un e-mail y me di por vencida.- respondió tosiendo, el frió era muy fuerte.
- ¿Así que renunciaste a tu amor? Tenías que lucharlas hasta el final, ni siquiera aunque se haya cansado antes que vos.- gritó la más soñadora.
- De hecho yo me casé antes que él y lo nuestro había sido hace muchos años atrás.- dijo poniéndose un poco seria.
- Vos prometiste amarlo para siempre ¿Cumpliste tu promesa?- preguntó la quinceañera.
- Si, siempre lo amé, junto a su abuelo por supuesto, pero eran amores distintos, uno era el primero y joven; y el otro el maduro y eterno.- dijo tratando de ser clara. Todos parecieron confundirse.- Algún día me entenderán, pero siempre lo amé.- confirmó con una sonrisa.
Un silencio gobernó en el lugar, y segundo después todos empezaron a comentar sobre la historia. Cada uno con su opinión, Mariana contestó cada uno con una sonrisa y tratando de dejar satisfechos y siendo sincera. Pero había alguien a lo lejos que no parecía ni moverse, estaba oscuro hacia que no podía ver su rostro.
Las preguntas cesaron, y ella se despidió de sus nietos con un beso a cada uno y un deseo de buena noches. Con su bastón salió por la puerta, pero alguien la detuvo.
El encapuchado del final de la fila dejaba ver su rostro. Mariana quiso gritar por el susto, pero vio que solo era un anciano como ella, inofensivo y cansado, pero sus ojos mostraban vida y alegría. Y en cualquier lugar reconocería esos hermosos ojos verdes que alguna vez la cautivaron y le enseñaron el amor.
- Peter.- dijo en un hilo de voz.- ¿Escuchaste todo? ¿qué haces acá?- preguntó ella mientras se le quebraban la voz.
- Escuche todo, y te quiero decir que yo también siempre te amé y vine acá a terminar el asunto pendiente que nos quedo hace ya varias décadas atrás.- contestó y se unieron en un beso a pesar de la edad…


Ellos eran distintos, pero su esencia nunca se borro y el amor seguía siendo el mismo.